jueves, 25 de marzo de 2010

Algunos links referentes al tema de la "Invasión Mapuche"


Los Mapuche Invasores (Reloaded)

Desde el waisüf mapu, la tierra del otro lado (de la cordillera), se sigue insistiendo en la idea de la invasión Mapuche de las pampas patagónicas y del exterminio Tewelche a manos de nuestros kuifikeche yem, todo esto para deslegitimar las reivindicaciones de nuestro pueblo: en el sitio web "Mente Oculta" aparece una publicación títulada "La verdad Tehuelche y la mentira Mapuche", con fecha 25 de marzo, en la que podremos ilustrarnos acerca del "genocidio araucano" y otras barbaridades. Dicha publicación es la que sigue:



Este paradigma de la Nación Argentina es denostado por una campaña intencional que pretende disolver los verdaderos valores de la argentinidad. Lamentablemente la ignorancia histórica hace que muchos honestos ciudadanos se presten a colaborar con esta aviesa campaña.

El General Julio Argentino Roca

"Roca no encabezó una campaña privada en 1879. Fue como Comandante en Jefe del Ejército Nacional a cumplir la misión que Avellaneda, presidente de la Nación Argentina, elegido por el pueblo, le había asignado. Y esa campaña estuvo destinada a integrar, a incorporar de hecho a la geografía argentina, prácticamente la mitad de los territorios históricamente nuestros, y que estaban bajo el poder tiránico del malón araucano, cuyos frutos más notables eran el robo de ganado, de mujeres y la provocación de incendios.
Los araucanos, hoy denominados mapuches, llegaron a la Argentina allá por 1830, cuando la Nación Argentina era ya independiente y soberana. Por lo tanto, fueron invasores. El primer grupo de invasores los constituyeron aproximadamente unos 100 indígenas capitaneados por Yanquetruz. Se afincaron en Neuquén y desde allí se fueron extendiendo hacia el sur y el norte.
El verdadero genocidio lo cometieron los araucanos cuando aniquilaron a los Guenaken, también llamados Tehuelches, que eran lo auténticos aborígenes de la Patagonia norte.
Actualmente como argentinos tienen todos los derechos al igual que los demás argentinos, pero no a intentar falsear la historia y pretender les devuelvan tierras que nunca les pertenecieron."
1.- En 1879 las tropas de Cafulcurá eran poderosas, lo prueba el hecho de que ganaron las primeras batallas contra el Ejército Nacional.
2.- Ambos bandos contaba con fusiles Remington. Los araucanos los traían de Chile, a donde se los vendían los ingleses a cambio del ganado argentino robado en los malones. Prueba de ello es que la columna del Ejército Nacional comandada por el Gral. Villegas tenía como objetivo clausurar y controlar los pasos andinos por donde les llegaban a los araucanos los Remington.
3.- Los indígenas araucanos eran tradicionalmente muy guerreros. Recordemos que en los primeros tiempos de la conquista española asolaron varias importantes ciudades en Chile que los chilenos tardaron siglos en reconquistar.
4.- Los araucanos, en el año 1250 subieron hacia el norte y destruyeron el Imperio de Tiahuanaco. Este Imperio era mayor y mucho más civilizado que el posterior imperio de los Incas que comenzó luego en el año 1280.
5.- El uso actual del término "mapuche" y las falsas reivindicaciones de estos son maniobras disolventes y disgregantes que practican políticos con minúscula en las últimas décadas con finalidades anti-nacionales, y para beneficio propio.

Araucanos y Tehuelches

Los mapuches son sólo ORIGINARIOS de la inventiva del Foreign Office británico.
Ni Rosas o Roca los mencionan en la Campaña al Desierto, tampoco los historiadores, ni la famosa expedición a los Indios Ranqueles. Tampoco los menciona la historia oficial en las Provincias ni Museos de Historia del Neuquén Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Mendoza, ni San Juan…
¿Desde cuándo han aparecido estos mapuches en escena? Su propia bandera es similar a la nueva Sudafricana, luego del apartheid utilizaron a Mandela, y ahora desean utilizar a un pueblo que no es originario de nada, sólo Tehuelches y Araucanos lo son.
Quede en claro que la expedición de Roca, resultó la primer guerra contra Chile y no una campaña contra el indio, como muchos pretenden hacerlo notar. A las pruebas me remito cuando sostengo que por entonces el 90% de la población chilena era indígena, que no es cosa menor. En síntesis, nuestro país defendía la soberanía sobre una Patagonia que los caciques deseaban y ellos… eran chilenos.
Enciclopedia Salvat - Diccionario - Editado en Barcelona - 1972:
MAPUCHE: Adj.- Natural de Arauco - Perteneciente a esta Provincia de Chile.
Masculino - Idioma de los araucanos.
TEHUELCHE: Adj. y sust. - Dícese de un individuo de un pueblo amerindio cazador, que, con otros grupos integró la llamada "Cultura de las Pampas" en Argentina y Uruguay. Exterminados en gran parte por los conquistadores españoles y los araucanos quedan reducidos núcleos en Tierra del Fuego.
Hoy todos los nacidos en el suelo patrio somos ARGENTINOS, y ya no caben falsas reivindicaciones indigenistas ni de pueblos originarios inexistentes. Desde comienzos del siglo XVI está presente la sangre hispana en todo el suelo argentino y los pueblos originarios de la Patagonia anteriores a esa fecha fueron las etnias TEHUELCHES.
El invento "mapuche" data sólo del siglo XIX, insisto que hoy todos somos argentinos y nadie tiene ningún derecho a reivindicar etnias ni pueblos diferentes al argentino so pena de colaborar con los intentos Ingleses, Norteamericanos y otras yerbas para desmembrar y despotenciar a la Patria Argentina.
Este tema mapuche y su propaganda instalada por marxistas que han hecho del indigenismo una cuestión de estado, es preciso comenzar a desbaratarla de raíz. Lamentablemente no sólo los políticos venales y periodistas pagados por el sistema, sirven de difusores de una mentira infame, sino que han caído en ella y no siempre por ingenuidad.
Obispos y Curas que fieles a sus posturas tercermundistas, impulsan como verdad de Perogrullo, dando así por sentadas todas y cada una de esas falacias.
Se llegó al extremo inconcebible de engañar al Santo Padre Juan Pablo II y ahora al Papa Benedicto XVI cuando les hicieron decir que el gran santo Ceferino era Mapuche y no Tehuelche. Es difícil creer en la inocencia por des conocimiento de los Obispos patagónicos en esta maniobra vil, porque es dable suponer que si han llegado a esas instancias de la jerarquía, deben poseer una cultura general histórica de su patria compatible con su rango.
Utilicemos en toda su plenitud este medio fantástico que la tecnología nos brinda, para revertir la opinión errada de muchos argentinos sobre temas de trascendencia como el que se trata.
por favor difundan este artículo, así conocemos la verdad y no lo que nos quieren vender periodistas, historiadores y afines muchos amparados por lo gobiernos de turnos por intereses políticos y personales.


Los Mapuche invadimos Argentina... interesante.

Wesa piuke ni pu winka. Küme suam nielai egün, feimo mai newentuleayen pu peñi pu lamüen...

miércoles, 24 de marzo de 2010

Carta abierta de un mapuche a Piñera

Sr. Presidente.

Se preguntará quién soy y por qué le escribo. También, seguramente, a quién represento. Entrando en materia, soy un periodista mapuche, originario de una reducción del sector de Entre Ríos, en las cercanías de Temuco. Desde hace 7 años dirijo un periódico que trata de dar cuenta del acontecer mapuche en el sur de Chile y Argentina. En ello hemos estado y en ello persistiremos durante su mandato. Sepa que le escribo para rememorar una antigua tradición epistolar que nuestros abuelos mantuvieron con sus antecesores en La Moneda. Es usted, desde el 11 de marzo, el 40 presidente de Chile, partiendo el conteo desde Blanco Encalada y dejando de lado –nobleza obliga- a directores supremos y dictadores. Créame que hasta el presidente Aníbal Pinto, nuestros ancestros se cartearon a menudo con los primeros mandatarios. Nada raro a decir verdad. Se trataba por entonces de dos países distintos y la diplomacia prevalecía con sus códigos. Déjeme contarle que dichas cartas sirvieron para algo más que saludos protocolares o el mero anuncio del envío o retiro de algún embajador nuestro en la capital. Sirvieron también para recordar, los nuestros a los suyos, la vigencia de antiguos pactos; el de respetar la frontera en el río Bio Bio el principal de todos ellos. Y es que sin Internet y menos aun el sobrevalorado Twitter, dichas cartas constituyeron una valiosa herramienta de comunicación. Fueron, como sospechará en este punto, un verdadero canal de dialogo político y abordaje de controversias.

“Señor Presidente Montt. He tenido una junta con mis caciques y también con mis otros aliados y me han facultado poner escritas nuestras palabras en este papel… Tu Intendente Villalón ha vuelto a pasar el Bio Bio a robar otra vez animales con cañones y muchos aparatos para la guerra, trayendo, dicen, mil quinientos hombres, y todo lo que hizo fue quemar casas, sembrados, hacer familias cautivas, quitándoles de los pechos sus hijos a las madres que corrían a los montes a esconderse, mandar cavar las sepulturas para robar prendas de plata, matando hasta mujeres cristianas… Te digo esto para que sepas la verdad… Si este Intendente vuelve a pasar el Bio Bio con gente armada, ya no podré contener a los indios y no sé cual de los dos campos quedará más ensangrentado… Presidente, abre tu pecho y consulta mis razones. Yo se que vos Presidente tienes tanta gente y caballeros. Puedes mandar uno que venga a hablar de paz… Mi nación no hará nunca la paz con Villalón… Espero tu contestación”. Magñil Bueno, Toqui General. Septiembre 21 de 1860.

Tal era, don Sebastián, el tenor de muchas de las cartas que recibían desde el sur quienes lo antecedieron al mando de la República. Si alguna duda tuviera de su autenticidad, ruego a usted chequear la edición de “El Mercurio” de Valparaíso del 13 de Mayo de 1861. No la encontrará en ningún quiosco de la esquina, pero si en la Biblioteca Nacional. Sección Periódicos, sala Microformatos, para ser más exacto. Sepa usted que el último en recibir una de ellas fue su colega Aníbal Pinto. Tal sería su mala comprensión de lectura que donde decía “detener los abusos” el entendió “cargar los obuses”. Y así lo hizo don Sebastián. Apenas finalizó la Guerra del Pacífico, invadió con su ejército vencedor nuestro territorio, arrasando literalmente con todo a su paso. ¿Vio “Avatar”, la última cinta de James Cameron? Por lo ajetreado de la campaña electoral es probable que no. Pero más de alguno de sus nietos le debe haber hablado de ella. Y si no es así, se la recomiendo. Al presidente Evo Morales dicen que le encantó. Atrévase y escape uno de estos días a su sala de cine más cercana. Le sugiero la vea con los lentecitos 3D, algo inapropiados para su alta investidura, pero efectivos a la hora de apreciar en todas sus dimensiones los alcances de la crueldad y la codicia.

¿Qué tendrán que ver los mapuches con una película de Hollywood?, se preguntará usted a estas alturas. Fíjese que mucho. Y no solo los mapuches, también los aymaras, quechuas, shuar, sarayakus, mayas, mixtecos, cheyennes y un largo etcétera. Y es que cualquier historia de invasión y despojo territorial, desde “Pocahontas” a la sofisticada “Avatar”, no hace más que recordarnos la magnitud de nuestra propia tragedia histórica, el guión de nuestras propias existencias como pueblos. Fue lo que sucedió con los mapuches tras aquella carta mal leída por el Presidente Pinto: invasión, asesinatos, robos y pillaje. Tácticas de tierra arrasada, arribo de colonos extranjeros y confinamiento de los sobrevivientes en campos de refugiados. En su tiempo dichos lugares fueron bautizados como “reducciones”. Sin embargo, en un arranque de originalidad, la Ley Indígena los rebautizó en los años 90’ como “comunidades”. ¡Vaya muestra de humor negro, no le parece a usted! Son aquellos lugares plagados de pinos y eucaliptos que de seguro visitó en su campaña por Lumako, Angol, Collipulli o Los Sauces ¿Los recuerda? haga un poco de memoria; los lonkos octogenarios con quienes compartió un vaso de bebida Cola; los niños con plumitas y a pie pelado que danzaron ante usted simpáticos ritmos; las jovencitas con sus joyas de plata y cintas de colores que lo atendieron bajo el quemante sol; el pebrecito, la sopaipilla, el asadito de cordero.

¿Ya las recuerda? Debería don Sebastián. Según las estadísticas, gran parte de sus miembros lo favorecieron con el voto en segunda vuelta. Y es que más allá de la demagogia escencialista de algunos, el izquierdismo de otros y el indigenismo de unos cuantos, los mapuches –especialmente en los campos- al final del día resultan bastante conservadores. Lo era una tía, que en paz descanse, y lo fueron gran parte de mis tíos, hijos de prósperos comerciantes de ganado devenidos por obra y gracia del colonialismo chileno en pequeños agricultores de subsistencia. Mi tía, de estar viva, habría votado por usted, se lo aseguro. Recuerdo el día en que falleció Pinochet y su infinita tristeza por el “caballero aquel”. “Mató gente, pero pucha que era generoso”, razonaba aquel día, recordando sin duda las pensiones asistenciales, los títulos individuales de dominio y uno que otro cuatrero molesto flotando río abajo en el Cautín. Mi tío, orgulloso y obstinado como pocos, de seguro lo habría espantado con los perros de acercarse usted siquiera medio metro. Lejos del conservadurismo de mi tía, al viejo siempre le atrajeron las ideas socialistas. Se hizo comunista leyendo libros, solía decir. Pero no en la universidad, sino robándole horas al sueño tras largas jornadas hombreando sacos en los fundos del Maule. Tal vez por ello admiraba a Allende. Tal vez por ello, el día en que murió Pinochet, se bajó solito y de puro contento una garrafa de tinto bajo las estrellas.

Y es que mapuches los hay para todos los gustos, don Sebastián. Algunos más a la derecha, otros a la izquierda y uno que otro merodeando por el centro. Como en toda sociedad, como en todos los pueblos, que ello es lo que somos y no precisamente un regimiento. Un pueblo don Sebastián, un colectivo con historia, que carga -a ratos humilde, a ratos orgulloso- con sus héroes y sus victorias, con sus villanos y sus derrotas. Somos un pueblo don Sebastián, por más que la bendita Constitución nos niegue dicho carácter y que la bancada parlamentaria de su coalición solo nos tolere como folclore o atractivo de feria costumbrista. ¿Es tan difícil reconocer que somos una nación? No debería serlo, en absoluto. Somos uno de los pueblos indígenas más numerosos del continente, compartimos patrones culturales, una determinada forma de ver el mundo, un territorio al que sentimos como nuestro hogar y, por si fuera poco, una lengua que si bien amenazada, lejos está por lo pronto de desaparecer. “¿Qué es lo nacional? Cuando nadie entiende una palabra del idioma que hablas”, sentenció el dramaturgo Johann Nestroy. Si usted y yo somos chilenos, don Sebastián, ramtueyu kimnieymi ñi nütram, fewla? chem pieyu, chem pimi? tami tuwün ka inche trawüniekelayngün, wingkangeymi ka mapuchengen, ka mollfüng nieyiñ. Feley kam Felelay? De esto trata a grandes rasgos el conflicto. De hablar y no entendernos. De dialogar y no poder (o querer) escuchar al otro. De mirarnos y no reconocernos ustedes como iguales en nuestra diferencia.

Hay jóvenes de mi pueblo que tampoco lo quieren escuchar ni reconocer a usted, don Sebastián. Cansados de atropellos, hastiados de falsas promesas, han optado por el camino de la rebeldía. En promedio no sobrepasan los 25 años. Y muchos de ellos ya purgan largas condenas de cárcel en diversos penales del sur. Se los acusa de terrorismo en base a una singular legislación, heredada de la dictadura militar y que homologa en Chile el derribo de un avión comercial en Manhattan, la explosión de un cochebomba en Bagdad y la quema de un galpón con fardos en Ercilla. Surrealismo puro, podrá coincidir conmigo. Todos ellos sueñan con el País Mapuche de nuestros abuelos. Lo extrañan, lo añoran, lo reivindican y lo garabatean en los muros. Tres jóvenes han pagado con su vida este atrevimiento. Balas policiales acribillaron a dos de ellos por la espalda, agentes del Estado, cuyos sueldos pagan los impuestos de todos los chilenos, fueron los responsables. Todos gozan no solo de absoluta impunidad, sino también del aplauso cómplice de sus mandos civiles y uniformados. ¿Puede usted, don Sebastián, evitar que nuevos jóvenes derramen su sangre en los campos del sur? No los minimice, no los ignore, no los estigmatice. Busque dialogar con ellos. Sus ideas, por minoritarias que sean según las encuestas de Libertad y Desarrollo, constituyen parte de la arcilla con que moldeamos hoy nuestro futuro. No desate sobre ellos una jauría.

Si en algo lo tranquiliza, no será usted el primer gobernante en afrontar dicho desafío. Ejemplos en otras latitudes tiene de sobra. En su momento, el fascismo español optó frente a las reivindicaciones vascas, gallegas y catalanas por la inconducente lógica de los calabozos. En la otra frontera ideológica, mismo camino siguieron los jerarcas soviéticos al aplastar con el buldózer de la integración las reclamaciones nacionales de chechenos, armenios y osetios, entre otros pueblos. Sepa usted que ambos extremos fracasaron en su intento. España, sacudida de Franco, encontró finalmente en las “Autonomías Regionales” un camino para pacificar espíritus y dar cauce político a un reclamo que interpelaba a diario su democracia. Nostálgicos del dictador pronosticaban con ello el fin del estado español. Nada de aquello sucedió, claro está. Cierto es también que hay quienes nunca aprenden. Los mandatarios rusos, por ejemplo. Y es que tras el derrumbe de la URSS, el histórico abordaje militar del llamado “problema de las nacionalidades” continuó intacto. Los tanques y la fuerza bruta siguieron marcando en los 90’ la agenda del día en muchas de las pobrísimas repúblicas del Cáucaso. Sucede hasta nuestros días don Sebastián. Es cosa de sintonizar por las tardes Telesur o CNN. O Chilevisión después de Yingo, si así lo prefiere.

Una pregunta queda en el aire, lo reconozco. ¿A quién represento? En verdad a nadie don Sebastián. Ni a mi reducción, ni al partido mapuche donde milito, ni al periódico que dirijo. Mucho menos a mi pueblo. No represento a nadie y por lo mismo, a todos. A todos quienes leyendo estas líneas sientan que se hace necesario un abordaje distinto del mal llamado “conflicto mapuche”, extraña denominación acuñada por El Mercurio y que deja fuera, olímpicamente, el componente chileno de todo este entuerto. A todos quienes creen es posible construir un nuevo tipo de relación entre ustedes y nosotros, una donde la diversidad de lenguas, saberes y culturas no sea sinónimo de amenaza o antesala de apaleos. No represento a nadie don Sebastián, pero créame que son muchos quienes comparten conmigo el trasfondo de esta misiva, que no es otro que dar una oportunidad a la palabra. O a las letras. Consultado de por qué los mapuches no habíamos construido jamás grandes pirámides o grandiosos templos, un gran poeta de mi pueblo respondió que nuestro principal monumento era la palabra. Puede que también lo sean las letras, que es la forma en que las palabras de nuestros abuelos se volvieron cartas para seguir existiendo. Letras ajenas, don Sebastián, pero incorporadas por la necesidad de los suyos colonizar y los míos de resistir.

En este punto me despido de usted. Guarde cuidado, no espero respuesta oficial alguna de su parte. Ocupado estará en innumerables asuntos de Estado. Tampoco fantaseo con algún acuse de recibo de esta carta. Me conformaría con que alguno de sus asesores la mencione algún día, aunque fuera solo anecdóticamente al pasar.

Atentamente a Usted,

Pedro CAYUQUEO

Artículo publicado originalmente en The Clinic: www.theclinic.cl

domingo, 14 de marzo de 2010

Y seguimos con los "premapuche": Mapuche invasores y justicia histórica

Recuerdo que hace unos dos años, frente a la agresión de un peñi del waisüf mapu (hoy Argentina), me referí a como se había empezado a inculcar en los medios y en la educación formal de los estados chileno y argentino la idea de que el Pueblo Mapuche es responsable del exterminio de varios pueblos (tewelche y pewenche), y que dicha idea se estaba empezando a usar como un medio para deslegitimar las reivindicaciones que actualmente nuestra nación levanta, en particular los relativos a nuestros derechos preexistentes a los derechos de los estados sobre el territorio en el que habitamos. Invito al lector a revisar aquella publicación: Tortura y exterminio, simplemente "justicia histórica" (16 de agosto de 2008).

Hace dos días, el 12 de marzo, salió la noticia del hallazgo de osamentas y restos de una cultura "premapuche" frente a lo cual escribí mi opinión al respecto: ¿Le gustaría que profanaran la tumba en la que se encuentran los restos de su padre, su madre o alguno de sus antecesores? (12 de marzo de 2010). En ese momento sólo me centré en la idea de que los restos encontrados son Mapuche y no "premapuche", pero no me imaginé que dicho hallazgo sería usado para difundir la idea del Pueblo Mapuche invasor. En efecto, hoy 14 de marzo apareció el siguiente artículo en el diario Austral de Osorno:


Argumentando diferencias en los ritos funerarios, se asume la existencia de tres culturas distintas Pitrén, Kofkeche y Mapuche, en donde las primeras habrían sido absorbidas (invadidas) por nuestros kuifikeche. Se afirma, además, que el Pueblo Mapuche habría llegado a "Chile" desde las pampas "argentinas" a fines del siglo XIV (fines del 1300 d.C.). Lo gracioso del asunto es que en la actual Argentina las corrientes nacionalistas argumentan que el Pueblo Mapuche habría invadido las pampas en el siglo XVI, extinguiendo de paso a los Tewelche, (¡Plop!) y que la mayor parte de las descripciones de las costumbres de las supuestas culturas Pitrén y Kofkeche, según el reportaje, presentan curiosas semejanzas con las costumbres que aún practicamos.

En mi opinión, lamentablemente se sigue buscando la deslegitimación de los derechos territoriales Mapuche en base a estudios sesgados y, muchas veces malintencionados, que tienen una amplia cabida en los medios informativos redundando en una mayor ignorancia y antipatía respecto a nuestro pueblo y, peor aún, dando sustento a corrientes extremistas que buscan nuestro fin como nación... Simplemente "justicia histórica".

Afi ta fachi srakisuam. Mañum tañi pu wenüi.

viernes, 12 de marzo de 2010

¿Le gustaría que profanaran la tumba en la que se encuentran los restos de su padre, su madre o alguno de sus antecesores?

¿Le gustaría a usted que los restos de su familia o sus propios restos fuesen exhibidos en un museo?

A mi no.

Hoy me he encontrado con el siguiente noticia del diario Austral de Osorno (he destacado algunas partes):


A un valioso hallazgo del patrimonio arqueológico premapuche corresponderían las osamentas humanas, piezas dentarias y dos artefactos cerámicos encontradas la tarde del miércoles por trabajadores osorninos encargados de la construcción de un conjunto habitacional en el sector La Campiña en Cañal Bajo, distante 8 kilómetros del centro de Osorno.

Se informó que las piezas de arqueología tendrían una data superior a 1.500 años y aparecieron en la excavación de tierra de 90 centímetros de profundidad donde se pretenden asentar los cimientos de la respectiva edificación. Acto seguido, los encargados de las obras dieron cuenta de lo sucedido a personal de la Brigada de Homicidios (BH) de la Policía de Investigaciones.

En el lugar aparecieron dos fragmentos de cráneo -al parecer de un hombre- acompañado de 29 piezas dentales en regular estado de conservación y dos cerámicos de 15 centímetros de altura, lo que correspondería a una antigua cultura premapuche, de acuerdo con el informe pericial preliminar.

Aún en el sitio del histórico hallazgo permanece el resto de las piezas óseas, cuyo trabajo de extracción tendría que llevarlo a cabo personal especializado en arqueología para rescatar en buenas condiciones la estructura superior e inferior del esqueleto de este NN.

En primera instancia y en el área del hallazgo se constituyó el arqueólogo policial Rafael Abarca, acompañado de personal de la Brigada Investigadora de Delitos Contra los Derechos Humanos de Santiago, para verificar in situ la presencia de las osamentas junto con realizar algunos levantamientos de evidencias.

RESGUARDO
El profesional de la PDI de Santiago, comentó a este Diario que los restos óseos y utensilios indígenas encontrados en Cañal Bajo, quedarán en resguardo en el cuartel de la PDI de calle Amthauer y deberá tomar conocimiento de este hecho, igualmente, el Departamento de Conservación de Monumentos Nacionales.

Efectivos policiales osorninos de la Brigada de Homicidios, continuarán trabajando en la recolección de información para analizar la continuidad de las obras de construcción en el sector y a la espera de la presencia de los expertos en el tema.

Los agentes policiales osorninos señalaron que el hallazgo arqueológico responde a un valioso rescate cultural, lo que podría llevar a determinar la presencia de asentamientos indígenas premapuches con su artesanía en el área.

Gabriel Peralta, encargado del Museo Municipal de Osorno, también se hizo presente en el cuartel de la PDI en calle Amthauer, para reunir información en torno a las piezas encontradas e intercambiar conocimiento de otros hallazgos similares realizados en la comuna.

Fuente: Diario Austral, Osorno, 12 de marzo de 2010

Nuevamente nos encontramos con la profanación de una tumba de nuestros kuifikeche y el saqueo de las riquezas de nuestro pueblo... y nuevamente no estamos preparados para defender nuestra herencia.

¡Pero cuidado! Los restos encontrados no son Mapuche. Son "premapuche".

Desde hace mucho tiempo se ha insistido en la idea de que los Mapuche no somos originarios del terreno que habitamos y que sólo hemos llegado unos pocos siglos antes que los españoles, invadiendo de paso a otros pueblos que sí serían "originarios" de este territorio. Para empezar, asumiendo que el ser humano no tiene sus orígenes en América y que llegó ya sea por Bering u otras rutas, ningún pueblo es -en rigor- originario de América. Sin embargo, es indudable que como primeros pobladores nuestros derechos son preexistentes a la formación de los estados en los que actualmente nos encontramos insertos. Segundo, dada la continuidad idiomática y cultural (alfarería, alimentación, técnicas, organización, toponimias, etc.) el Pueblo Nación Mapuche ya llevaba al menos un milenio en el territorio en el que todavía sigue existiendo y las diferentes manifestaciones encontradas son sólo el reflejo de diversas etapas de nuestro desarrollo, en el que se han vivido épocas de esplendor como épocas de oscuridad (en la que se han perdido innumerables prácticas ancestrales). Por lo tanto, los artefactos encontrados no son "premapuche", son Mapuche, son nuestros.

Tan sólo basta con revisar la alfarería y los nombres de las piezas encontradas para darnos cuenta de la continuidad subyacente, de la permanencia y la persistencia de nuestra cultura ancestral.

Pero, ¿Qué pasa cuando el estado chileno o argentino y terceros no Mapuche encuentran y se adueñan de restos y artefactos de nuestros ancestros?

Muy simple: roban el patrimonio material e inmaterial de nuestro pueblo.

Los restos encontrados, tanto ahora como en todo el proceso de invasión, no pueden ir a parar a museos o a colecciones privadas, deben ser devueltos, idealmente al lugar donde se encontraron y establecerse su adecuada protección para así reparar, en parte, el daño realizado al püllü y al alwe de nuestros muertos. Como pueblo que nos ufanamos de ser, tenemos la misión de proteger y recuperar nuestro legado ancestral, nuestro patrimonio... nuestras riquezas exhibidas en museos sólo humillan a nuestros kuifikeche yem.

Como escribí alguna vez, lo único que espero es que en 200 años más a ningún arqueólogo se le ocurra perturbar mi sepultura y robarse mi püllü y los objetos que allí encuentre para mostrarlos en un museo. Como medida precautoria incluiré una dosis de veneno en mi “wampu” mortuorio y unas cuantas maldiciones.

Afi ta ta fachi srakisuam.

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