domingo, 27 de febrero de 2011

El orgullo de ser Mapuche y un dolor que desaparece

La verdad no sé cómo empezar estas líneas… Me duele la cabeza, hace calor y todavía ando medio “desconectado”. Sin embargo, una experiencia muy simple me ha dado ánimo para tomar este aparato electrónico y lanzarme a la aventura de escribir algunas ideas que andan pululando en mi lonko. Para aliviar el dolor me he drogado nuevamente con ergotamina tartrato, tengo una taza con agua fría y escucho canciones al azar de mis bandas favoritas (Morbid Angel, Cannibal Corpse, Suffocation, Napalm Death, etc.) (\m/), con lo que espero salga bien este srakisuam.

(¡¡¡Küme tripape fachi süngu!!!)

Es necesario mencionar que he estado fuera de la civilización durante una semana y que llegué a Chausrakawün el miércoles pasado, después de unas vacaciones en las que la ausencia de electricidad, alcantarillado, agua potable y contacto con el mundo globalizado me llevó a un estado de calma-intranquilidad y felicidad-preocupación que no había sentido desde hace ya mucho tiempo. Es que navegar por la Ñuke Lafken, sacar los productos que nos ofrecía el Chau Taita Wenteyao (lapas, locos, erizos, etc.), andar a “pata pelá”, comer los peces que nos regalaba el hermano río, beber el agua de los wüfko, buscar leña en la füta mawisam, hacer “pipí” en cualquier parte en vez de tirar irresponsablemente toda la “mierda” por la taza del baño haciendo de los cursos de agua un torrente de inmundicia (perdón por la franqueza), y otras rutinas que sólo viven los peñi y lamüen de lugares apartados, hacen que me cuestione mi forma de vida en la ciudad. Sin duda mis “vacaciones”, además de hacerme olvidar los problemas del mundo globalizado y disfrutar inolvidables momentos junto a mi mujer, me han dado mucho en que pensar.

Bueno, la cosa es que llegamos el miércoles y el jueves en la mañana tuve que atender algunos asuntos en el centro. Ya finalizando mis diligencias pasé a una de las innumerables farmacias de la ciudad de Osorno para comprar una caja de pastillas para la migraña y me disponía a tomar locomoción para “La Quinto”, pero la tentación de conectarme a Internet fue superior a las ganas de llegar a mi modesta casita (bueno en realidad no es mía, estamos arrendando). Me resultó curioso y gratificante enterarme que un grupo de moda (Calle 13) solidarice con las luchas de mi Nación en el contexto del “Festival de Viña”, una importante ayuda para derribar los muros informativos y comunicacionales impuesto por las clases dominantes de la sociedad chilena. También me informé acerca de los resultados del juicio en Cañete, los que no distaron de que los que muchos esperábamos: el peñi Héctor Llaitul y el peñi Ramón Llanquileo no podían quedar en libertad por ser cabecillas del “terrorismo Mapuche” y la mayor parte de los imputados libres dejando en evidencia los burdos montajes de la fiscalía (bajo el amparo del gobierno chileno anterior y del actual). Evidentemente es iluso esperar que el estado chileno pida perdón por este nuevo acto de persecución político y racial, en el que se ha manchado el honor de nuestra gente, en el que han perdido meses de su vida encerrados injustamente, en el que sus familiares han sido perseguidos (en especial los niños y niñas, vulnerando derechos humanos básicos), y un sinnúmero de atrocidades que seguramente usted ya conoce.

Una vez “actualizado” me compré una empanada de horno (¡Estaba buenísima!), me la comí y tomé un colectivo rumbo a “La Quinto”. A esas alturas, debido al calor imperante, el dolor ya empezó a desorientarme por lo que abrí la ventana del vehículo y traté de respirar lo más hondo que pude, siempre que no hubiese alguna micro que tratara de matarme con los gases mortales expulsados incesantemente por su tubo de escape.

(Nota: desde que tengo memoria sufro de muy fuertes dolores de cabeza prácticamente todos los días, sin una explicación satisfactoria de la medicina winka. Un infierno.)

Como están haciendo trabajos en el puente San Pedro, el colectivero se abrió paso entre los furiosos automovilistas para tomar la ruta por el puente San Pablo. “¿Qué otra cosa más podría salir mal?” pensaba sin mucho optimismo.

En los asientos de atrás iban dos señoras conversando animadamente… olvidé mencionar que iba en el asiento del copiloto.

(De nuevo…)

En los asientos de atrás iban dos señoras conversando animadamente, una de ellas residente de la capital del país de “al lado” y la otra probablemente viva en el mismo sector que yo. La señora santiaguina contaba acerca de los sucesos del terremoto del verano anterior. Por lo que recuerdo decía tener una nieta que teniendo sólo dos años se despertó asustada por el füta nüyün, pero que ella logró tranquilizarla diciéndole que el mundo estaba jugando a columpiarse y que no tenía que asustarse. Agregó que la hermana mayor de la pichi malgen (que entonces tenía 8 años) estaba aterrorizada pero que la pequeña intentaba tranquilizarla diciéndole que la tierra solo estaba jugando.

De la historia anterior, la señora concluía que los niños y niñas de hoy son mucho más despiertos que los de antes y que gracias al computador “ya saben todo” y que, en consecuencia, pierden su inocencia. Si mi memoria no me falla, que antes los niños creían sólo lo que sus padres decían y que ella, por ejemplo, siempre se imaginó que sus hermanos menores los traía un avión.

Espero que a estas alturas el lector o lectora no piense que tengo tendencia al “sapeo”, sólo que a momentos las señoras conversaban a un volumen bastante alto por lo no pude evitar escuchar gran parte del diálogo (y eso que soy medio sordo).

(¡Continuemos!)

Hasta ahí la conversación no distaba de ser otra típica conversación dentro de un colectivo. Como estaba chato de escuchar por obligación, sumado a lo insoportable del dolor, traté de enviar mi concentración a cualquier otro lado… hasta que escuché la palabra mágica: “Mapuche”. Toda mi atención se centró en el diálogo (ahora sí estaba “sapeando”).

“Porque yo soy Mapuche” le dijo orgullosa la señora santiaguina a su contraparte local. La verdad que escuchar ese tipo de declaraciones en la ciudad chilena de Osorno es altamente improbable… ¡No, poh! Si a esas alturas estábamos en lo que llaman “Rahue” y ese sector, por tratado de 8 de septiembre de 1793, es territorio Mapunche. La cosa es que es muy raro que por estos lados alguien afirme ser Mapuche, en tono simpático, a una persona que apenas se está conociendo.

Miré el espejo retrovisor del vehículo para ver quienes eran las dialogantes. Sólo pude observar un poco a la ñaña de Santiago: pelo oscuro, tez morena y los rasgos típicos de una mujer de “comunidad”.

Trataré de narrar de la forma más fidedigna posible el resto de la conversación.

“Yo le enseño a hablar en Mapuche a mis nietos” decía, agregando que cuando era niña su padre le hablaba en Mapuche y que ella se sentía muy feliz por dicha situación, al contrario de sus hermanos a quienes no les gustaba que su padre hablara nuestra lengua. Afirmó que hoy a nadie le gusta “hablar en Mapuche” y que ella no entendía el por qué de dicha situación, “si hablar en lengua es tan bonito”. En ese momento quise meterme en la conversación… Pero pa’ que andamos con cosas: no soy precisamente el tipo más “entrador” y “conversista”.

El nütramkan continúo más o menos así: “yo le compré unos diccionarios de Mapuche a mis nietos para que no se olviden de las palabras y eso que casi no tienen nada de Mapuche, pero yo les enseño igual”. Explicó que sus hijos/as se casaron con chilenos/as y que ella misma era hija de madre chilena: “soy… este… ¿Cómo le dicen?... Mestiza”, afirmó. A mi parecer, y de acuerdo al tono que empleó, ella se siente (y es) Mapuche.

En algún momento la osornina contó que había estado en algunos cursos de Lengua Mapuche, por lo que deduzco debe tener cierta ligazón con “los peñi”. Quizás sea una kasrache lamüen. La ñaña de Santiago, agregaba entusiasmadamente que es importante aprender y hablar nuestra lengua.

Finalmente, la conversación volvió a que los niños de hoy ya no son como los de antes, hasta que “la ñaña” se bajó antes de la subida a la población Schilling (¿Sector Davanzo?).

En ese instante me di cuenta que mi brutal dolor de cabeza había casi desaparecido y que las palabras de aquella señora me habían alegrado el día.

Llegué entonces a mi destino. Me bajé del colectivo e intenté mirar disimuladamente a la dialogante local intentando encontrar a alguien conocido pero el colectivero andaba medio apurado y me quedé con la interrogante de saber quién era dicha persona. Entré a “mi” casa y el dolor volvió después de unos minutos, con la diferencia de que me sentía bastante animado: repetí la dosis de ergotamina tartrato y comencé a escribir esto que usted está leyendo. Horas más tarde el dolor ya se había retirado.

Probablemente aquella ñaña nunca sabrá que sus orgullosas palabras lograron que un Mapunche cualquiera se sintiera muy feliz y que por un momento ya no sintiera más dolor.

5 comentarios:

  1. Para muchos es como "salir del closet" En buena hora. Falta mucho todavía, pero cada vez más gente deja atrás la vergüenza impuesta por siglos.

    Saludos y ánimo con las migrañas.
    Roberto.

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  2. peñi...me imagine paso a paso, lugar por lugar de lo que contaba en su testimonio...
    ojala todos los que tenemos esta decendencia tan hermosa dijeramos con orgullo: INCHE MAPUCHE!!!
    mapuche de sentimiento, mapuche hasta el alma!
    asi que a seguir adelante no mas peñi
    fentren newen...
    marichiweu!
    ...
    atte. Peñi Colian

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  3. muy buen relato, me entretuvo, me dieron ganas de seguir leyendo más...creo inmensamente en la posibilidad de que una anécdota, un detalle, algo pequeño...nos dé una gran alegría...ánimo, hay muchos que piensan y sienten como tú

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  4. hola :) quisiera compartir con ustedes lo que me esta pasando este momento, al leer esta historia comencé a cuestionar porque me incomoda a veces decir que mi segundo apellido es mapuche. Asumo tristemente que llevar esa descendencia da pie para ser atacado socialmente con burlas o con la cruda discriminación de gente que no aprecia al ser humano en su forma, ni menos las raíces de nuestra amada tierra. hemos luchado con todas por salir adelante, pero que pasa que aun nos miran en menos :/

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  5. Gracias por el relato, hace sentir calentito y orgulloso y quisiera decir algo, espero no ofender a nadie. Yo soy descendiente de inmigrantes vascos e italianos que llegaron a estas tierras, a Valparaíso, entrado un poco el siglo XX. Ellas y ellos venían escapando de la persecusión por ser comunistas o de pueblos marginados (los vascos), pero antes que nada, por ser pobres y no tener nada, lo puesto. Pero llegaron a estas tierras y pudieron desarrollarse y mejorar su vida, porque eran blancos, venían de "Europa". Ellas y ellos venían de tierras muy verdes, con colinas ríos, montañas, algunos hasta con mar. El otro día veía unas fotos de Bizkaia, en Euskal Herria, el "País Vasco" como le llaman los españoles. Y también veía fotos de mis ascentros de Le Langhe, Mondovì, Piemont, Piemonte como es reconocido en el resto de Italia y veía dspués fotos de Neltume, de Riñihue, de Nahuelbuta, de Panguipulli...y todo era tan parecido y hermoso y pensaba...'tas que penca que acá al peñi le aplasten su orgullo desde antes que nazca y lo hacen sentir inferiores gente como mis ancestros y otros peores, si al menos nosotros venimos sin que nadie nos invitara y más encima nos quedamos a virvir acá! Mis familiares han vivido de Concepción a La Serena, pero siempre viajabamos más al Sur para conocer y hacer fotos y estar orgullosos de ser "chilenos". Qué quiero decir con esto? Dos cosas, que su orgullo de ser "chilenos" lo veían en el WallMapu, no en el Chile-Chile porque era lo que más se parece a sus tierras ancestrales... lo otro, el orgullo: los euskaldunes la "gente que domina el euskara" la lengua de Euskadi y los piemonteises, la "gente del pie de los montes" son conocidos en sus territorios por ser muy orgullosos de sus tierra, de su cultura, costumbres y de lo que son, nunca bajan los ojos ante nadie y siempre mantienen la vista en alto. Y acá al mapuche se le enseña a bajar los ojos a esconder el apellido, sus palabras, sus recuerdos, su lengua. Yo creo que ha llegado el tiempo que todas y todos los que somos parte de este teritorio por generaciones nos juntemos y re-escribamos la Historia de todas y todos juntos, hombro con hombro y sin creernos superiores ni inferiores, ni hacer como que somos lo que no somos, el peñi no tiene porqué ponerse un traje huinca pa ser decente, el blanco no tiene porque disfrazarse de peñi porque eso no es respeto entiendo yo, es querer ser una cosa que no se es no más. Pero si algún día los de arriba dejan de estar arriba y los de abajo dejan de estar abajo y se juntan a conversar y a aceptar lo que se ha hecho y lo que no, a pedir disculpas porque eso no quita honor, al contrario lo da, lo mismo que el perdón, ese día levantaremos todos los ojos de nuevo y nos miraremos como hermanas y hermanos como un gran pueblo, como un gran árbol orgulloso de todas sus fuertes raices y que crece sano y fuerte y espanta a los pajarracos de mal agüero que por cientos de años han sembrado la cizaña...pero eso no se hace solo ni lo hacen unos pocos solos, se necesita el Newen, la fuerza, batasuna, la unión e infaticabilità, la perseverancia, algún día ese nuevo amanecer llegará...gracias por compartir y disculpas por lo extenso...

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