Era un herrero, peumatufo y tükukafo amante de su tierra... Creo que lo único que no compartía con él era su fe en el dios de los ka moll'fünche. Sin duda, él lo sabía, a pesar de que yo me esforzaba por simular estar de acuerdo con su religión. Sin embargo, en más de alguna oportunidad, sabiendo que conmigo no habría sintonía religiosa, dejó entrever la parte oculta de su espíritu... aquello que no con mucha frecuencia mostraba por ser un guía y referente de las comunidades cristiano-católicas presentes en mi territorio. En esos fugaces, pero invaluables momentos, me contaba de su pasado, de las historias de nuestra tierra... Lo primero que recuerdo es la versión del Trentren que me transmitió, en la cual la boca de la gran serpiente en el sector precisamente llamado Putrentren se abría para decir "¡tren! ¡tren!" anunciando la inminente ocurrencia de un terremoto.
Me contaba, por ejemplo, la vez que volviendo de noche se le apareció un nünge ("duende") que lo hizo perder el camino a solo unos metros de su casa. ¡Y cómo no recordar la vez que se quedó dormido encima de un árbol que botó y despertó con un ngisre curioso que lo miraba a unos centímetros! El animalito permaneció inmóvil hasta que mi l’aku se quiso acomodar un poco... y salió arrancando generando la risa y sorpresa de mi abuelo.
O cómo olvidar sus historias de chuequero (palitujo) con sus hermanos, formando una "patota" que más de una vez se vio envuelta en las trifulcas posteriores a los partidos.
¡Que cantidad de historias!
Creo que en esos instantes su espíritu se liberaba por un momento, regalándome de pasada una cantidad asombrosa de kimün.
Al final de sus días me contó un pewma que tuvo y con el cual me quiso dejar una misión. La cosa fue más o menos así:
Acabábamos de cenar en una de las grandes celebraciones familiares que solíamos realizar en Pualwe. Yo estaba sentado a su lado y en la conversa (con algunas copitas de lig pül'ko) me preguntó en español "¿Y usted ya conoce el idioma?".
En aquella época recién comenzaba a hacer el Che Süngun uno de los pilares de mi existencia, pero mi conocimiento era (y sigue siendo) mínimo.
Le respondí honestamente que muy poco. Mi respuesta, aunque era esperada por mi l’aku, ciertamente lo preocupaba. "Tiene que aprender", me dijo... y me contó un pequeño pewma que tuvo en una de las noches anteriores:
Tañi l’aku soñó que estaba en un lugar desolado, caminando sin rumbo... estaba perdido. En ese errante transitar de pronto se encontró con un perro negro, enorme, que con su sola presencia le provocó nerviosismo y sus "gruñidos" aterradores lo paralizaron de miedo... La situación se puso peor cuando el can se paró sobre sus patas traseras, viéndose aún más atemorizante.
Percibiendo mi l’aku el inminente ataque del supuesto animal, se armó de valor y con voz firme le preguntó en Che Süngun: "¿Chen suam nimi eymi?", es decir, "¿Qué quiere usted?" (me tomó años acordarme de la expresión en Che Süngun).
Entonces el perro, le sonrió, se volvió a parar sobre sus cuatro patas y se fue corriendo... y mi abuelo despertó.
Una vez terminado el relato, seguramente nos habrán interrumpido y perdimos el hilo del nütram.
Años después, conversando de estos temas con don Tani, un fücha al que estimo mucho, supe que dicho trewa (perro) es el anuncio de la muerte. Evidentemente, mientras mi tata Zenón me contaba su sueño, no entendí ese aspecto.
Con el tiempo, he llegado a la convicción de que mi l’aku pensaba que el Che Süngun es para nosotros como la "salvación" de los cristianos.
¿Pero la salvación de qué?
¿Acaso el saber y usar nuestra lengua va más allá de identificarnos y comunicarnos como mapunche, como solía yo solía pensar?
Puedo elaborar mil y una hipótesis, pero por el momento prefiero seguir aprendiedo el Che Süngun tal como me dejó encargado mi l’aku. Quizás algún día todo se revele, cuando nos volvamos a juntar nuevamente... Inche tañi l’aku anay.
Te extraño.